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Un disco de nuestro ADN


Decir que este es uno de los más importantes discos del catálogo de la música argentina no es una subjetividad ni algo pretencioso. Es un dato.


Por popularidad, por nivel de inserción en el inconsciente colectivo de todo el país, por cantidad de canciones que han ingresado en el canon de los clásicos de la música popular argentina, por su espíritu vanguardista de renovación del sonido del rock nacional. Por todos esos elementos y más, este disco es gigantesco; quizás uno de los más gigantescos de nuestra música toda.


Disco que arranca con una batería electrónica programada (en la famosa caja de ritmos a la que Charly bautizó con el sarcástico nombre de “Rucci”) y con una secuencia lírica en la que se describe a un cuerpo parapolicial entrando en un bar, chupando a un joven, fajándolo en el piso y arrastrándolo hasta el auto para hacerlo desaparecer. Todo esto narrado... ¡a un ritmo altamente bailable! Así comienza este hermosísimo LP: a las piñas de terrorismo de estado y bailando.


A partir de ese latigazo inicial, lo que se despliega es quizás mucho del García más inspirado de todos los tiempos, el que se queda piola porque sabe que no hay que pescar dos veces con la misma red.


Completamente argentino, tanto como neoyorquino. Completamente hedonista, tanto como asceta. Este disco es la locura total. Hay poesía, hay verdades. Hay signo de los tiempos, y no solo en los lugares más evidentes, como en la imperecedera “Los dinosaurios”, sino en lugares menos evidentes, como en “Nuevos trapos”, donde Charly te cuenta su propia visión de las cosas en las puertas mismas del 83:

 

Y aunque cambiemos de color las trincheras

Y aunque cambiemos de lugar las banderas

Siempre es como la primera vez

Y mientras todo el mundo sigue bailando

Se ven dos pibes que aún siguen buscando

Encontrarse por primera vez

Habiendo compartido aquél temor

Habiendo convivido en ésta desolación total

Ya no es necesario más

 

¿Qué mas se le puede decir minimalístamente a una generación que estaba naciendo a la democracia? Poco más sin redundar. ¡Genio total!


Y compramos el paquete de Charly inmediata y masivamente ¿se acuerdan? Allí estábamos todes gritándonos hacia nuestros adentros en medio de la pista de baile: “tengo que confiar en mi amor, tengo que confiar en mi sentimientos” ¿No nos ven?: ¡todavía estamos allí! Prendidos a esta banda de sonido de un momento de jeans nevados y zapatillas para cambiarle la cara a la nación, todes agarrados al espíritu de este corifeo que nos sugería dar por culo a todo lo “normal”, alentándonos a derribar morales estúpidas y reprimendas represivas porque “están pasando demasiadas cosas raras para que todo pueda seguir tan normal”.


Asi fue y es este disco: por siempre moderno, por siempre puerta a la primavera democrática. Por siempre genial, por siempre picante.

 

Aguante Charly García.

Aguante todo.




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