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Sin plata, pero con canciones



Este artículo fue publicado originalmente por

nuestro compañero Fernando Barraza

en el portal de noticias "Va con Firma"


En días en los que la distorsión se hace necesaria para hacer sonar las voces con fuerza, la banda argentina de rock Pez despide en vivo un puñado de canciones acústicas que hasta aquí nos definieron perfectamente bien.


La noticia corrió con discreción, pero con fuerza convocante, así como suelen darse las buenas nuevas en el mundo del trabajo cultural independiente: sin parafernalia de marketing, ni dinero en cantidades para omnipresencia publicitaria, ni con rimbombantes reeles viralizables pautados cuantiosamente en redes. Una buena idea convocante, una razón para la expresión y listo, ya está: la pandilla ya se considera convocada.


En la redes de la banda se anunciaba que este viernes 4 de abril Pez iba a “despedir”, al menos con un pronunciado hasta luego, su disco “Hoy” -una obra maestra acústica de la banda que ya tiene 19 años de edad- y todo un repertorio de versiones suaves e intimistas de su repertorio. ¿Motivos? La misma agrupación lo explicaba en sus palabras:


“Se aproximan tiempos irregulares y distorsión... entonces le decimos hasta luego a estas bellas canciones del modo más parecido al que fueron concebidas. Guitarras acústicas, piano, escobillas y la melodía bien al frente. Nos vemos ahí”.


Claro y preciso. No hizo falta la sobreexplicación ni el subrayado. Vivimos un momento histórico -esto a lo que hoy le llamamos “el hoy”- en el que quienes tienen voz artística propia y un compromiso con lo que se dice, seguramente estén buscando -o ya hayan encontrado- una posición nítida para decir lo suyo con voz firme.


Pues en el caso particular de Pez, pareciera que sí se ha entendido que si los tiempos son de irregularidad y distorsión, hay una necesidad de sintonizar con esa estética y todo indica que en el futuro inmediato (el día después de “el hoy”) Pez va a encender esa máquina eléctrica y rockera que los ha hecho famosos en todo el país para meter en el territorio de la pausa este paquete de canciones acústicas y tranquilas. Es más, desde el escenario del Café Berlin el mismísimo Ariel Minimal reconoció que la banda está trabajando en un lanzamiento inminente: un single digital que es una canción rockerísima de... ¡veinte minutos de duración! Con partes bien definidas, solos de todo tipo y -casi que no caben dudas- alguna lírica que te despabile en este momento de confusión generalizada que el maisntream del planeta está utilizando para intentar convencerte (desde la virtualidad mas fría) que la rebeldía es aislarse, ser egoista, materialista e iracundo con tus pares, nunca con el que realmente te está partiendo el alma.


Precisamente por todo este contexto es que la noche del viernes fue verdaderamente mágica. Quedó expuesto -para quienes fuimos al ritual y se intuye que la fanaticada que no pudo estar, también lo sabe- que las canciones sinceras y despojadas que integran el repertorio intimista de Pez resultan ser un combustible ideal para echarle al motor que nos posiciona como sujetos de acción en estos tiempos tan despitucados, tan irregulares y distorsionados.

El escenario del Café Berlín no solo es coqueto (Buenos Aires tiene algunos de esos, mucha cáscara y pocas nueces a veces) sino que sobrepasa por lejos el estandar del buen sonido, el buen planteo de luces y la buena visiblidad desde cualquier sitio del local. El escenario del Berín tiene todo eso y también tiene un tremendo piano Yamaha de cola en perfectas condiciones de uso sobre las tablas. Y si el que lo va a tocar durante la noche es Leopoldo Limeres, con esa impronta honky tonk, bluesera y jazzera (todo junto y a la vez) mejor que mejor.


La formación actual de Pez, más allá del antes mencionado Limeres, es un verdadero champán. Por un lado están los ya clásicos Fósforo García en bajo y coros y Franco Salvador en batería y detodología general. Pero al costado de Ariel Minimal (uno de los más afiatados cantautores del rock argentino actual, y por lejos) hay otro violero de su tamaño, vuelo y capacidad: Hernán Pichu Espejo. Gugleen a Pichu, lean sus entrevistas y escuchen algunas de las bandas por las que ha pasado, no se puede ser más capo. Con esta formación Pez te pasa por arriba por motivos evidentes en conciertos eléctricos, pero también te presenta topadora (dulce topadora) en versiones acústicas como la del viernes pasado.


Dicho todo esto, vamos al mensaje, que es lo que queda después de que la espuma de la ola se expresa.


En Berlín hubo tiempo de reflexionar sobre todas las cosas que la lírica de Pez propone. Ni hablar del comienzo del concierto, que fue con la canción que abre el disco que la banda despedía. En “Toda la mañana” la cosa es explícita. Y dice:


Si este agua está viva la quiero probar

y antes de la salida del sol te quiero explicar

que el tiempo deberíamos usarlo mejor

y así potenciar el amor que alimenta la vida

y ese mundo mejor inventarlo cada día

y esos que destilan su odio y no saben amar


siempre hay gente de mierda

pero no por ellos yo voy a parar

así que vamos, hoy

quedan horas por andar

antes de volver a empezar

y ya veo toda la mañana acá.


Fue escrito en 2006, pero decime si no es hoy mismo que esta fórmula poética cobra vigencia plena, eh.

Y así, todo el set va ganando en fuerza comunicacional, más allá de la altura musical que también va cobrando con cada canción que se sucede.


Suena “Bettie al desierto” y ahora te queda esta imagen en el alma presente:


Y es que el desierto lija todo lo que sobra

y te cobra lo que no podés pagar, imposible volver atrás


Y cuando suena “El Viaje” lo que entra es esa apelación al espejarse en los que pasaron para saber quienes seremos, por los que vienen, claro está:


La historia es el viaje, no hay ningún apuro por llegar

No corro una carrera, esto es más parecido a pasear


Y si de pronto una noche las luces del cielo dejan de brillar

quedo sin norte y entonces me pongo a pensar

que hubiera hecho mi padre si hubiera estado él en mi lugar

ruego poder distinguir el bien del mal


Así también hay lugar para canciones nuevas y viejas de la banda, material “acustizado” de discos nóveles como “Ion”, pero también aquellas que nacieron en los 90 del siglo pasado. En escena se presenta “Somos fantasmas habitando un castillo cuyo alquiler ya no podemos pagar” (de “Ion”) y tomamos asiento en el living interior de Ariel Minimal para comprender que...


Somos fantasmas habitando un castillo

cuyo alquiler ya no podemos pagar

La bola negra encadenanada al tobillo

cada vez pesa más...

Empapelamos la pared con recuerdos

para tapar las manchas de humedad

Y aunque sabemos que no sirve de nada

lo hacemos igual.


Además hay ojos para ver de otra manera otras canciones recientes como “Más Música”, una suerte de credo confesional de la banda grabado originalmente en “Rock Nacional”, que en Café Berlín Ariel dedicó al papá y la mamá del Pichu, que estaban en la sala:


Más música

mucha música

porque todo lo que quiero

no es todo lo que puedo


El último antídoto que hay

cura de la humanidad

ya sabían los antiguos

que no todo es lo mismo

y que una melodía al mundo iba a salvar



Y también hay sitio para reinterpretar canciones tempraneras del grupo, como la amaneciente “Lo que se ve no es real” (de “Cabeza”, el primer disco de Pez) una rola en la que vuelve a quedar en claro que hay que forjarse una identidad como pez para poder entrar al mar, luego veremos si crecen alas, eh:


Sí yo soy un pez

Lo que se ve

No es lo real

Cesa la razón

Abro un lugar

Para algo más

Siento las algas

Siento bancos de coral

Siento que antes fui hombre

Ahora soy pez, soy un pez soy del mar

Agua mi nuevo hogar

Al no pensar

Ya no hay sufrir

Y si no hay sufrir

Vuelvo a empezar

Me hundo en el mar, en el mar

Si todo cambia

Entonces querré volar

Mañana seré ave

Ahora soy pez, soy un pez vuelvo al mar


Y el viernes hubo mucho más, sí, pero tampoco vamos a extendernos tanto en la crónica para no aburrirte con lo que no se puede contar sin redundar. Es que todo lo que Pez te pueda decir, te lo dice cantando, y te lo canta al estilo de Pez: cuidando cada detalle de lo musical hasta el punto de la perfección técnica, pero con la frescura de, por ejempo, re arrancar sobre el escenario alguna que otra canción que comenzaron medio cruzados en los primeros compases. No hay prurito para eso, ningún estrellato. Y la complidad total de un público que está allí para recibir lo que la banda le traiga es total, porque el público de Pez sabe que ese recomienzo de una canción sobre el escenario posee un doble valor: el de la calidad y el de la sinceridad. Eso es mucho y vale ¿no?


A propósito: hoy por hoy todo el mundo se encuentra hablando del mercado, de lo que vale y lo que no vale. Todo en términos de capital. Un asco, pero es así ¿O no? Frente a esta tendencia, lo que confiesa Minimal en escena es hermoso: “No tenemos plata, pero tenemos un montón de canciones”. Tomá pa vó, Cripto Bro acalambrado.


Y todo esto que este cronista te cuenta de manera torpe fue la gran novedad y a la vez la reafirmación consabida que la banda subió al escenario del Café Berlín: canciones claras, pristinas, que van a ser cantadas por última vez hasta un lejano nuevo aviso. Pero -a pesar de sonar altisonante- no es una derrota, eh, no, no, no... se viene un periodo de distorsión y grito rockero. Sale a la cancha un Pez que parece que va a cantar un “hoy” más jevi, más áspero, porque los días confusos lo están pidiendo. Que una banda con el recorrido y la inserción de Pez haga explícito este hecho, es un verdadero ejemplo desde la propuesta artística. Quiero decir esto: todes necesitamos de la ternura, y no la vamos a abandonar, pero tampoco hay que adoptar una postura bucólica para encarar los días que se vienen que, amigas y amigos, serán ásperos como espalda de cocodrilo. Eso me llega con lo que Pez propone en este momento especial de la historia del país y del planeta.


La banda lo dice en “La Flecha”, canción con poco recorrido histórico dentro de su repertorio, pero con mucho poder de llegada actual:


La línea divisoria

y el de qué lado estás

fútil encrucijada, no sirvió de nada

fue una distracción


Si no perdés las ganas

y lo ponés a mil

quizás no aprendas nada y no sirva de nada

el morir por morir


Lo puedo ver, yo ya lo puedo ver


Más claro, imposible.



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