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LILITH, una historia posible.

Sandra Lorenzano, crítica literaria y ensayista. Doctora en Letras por la UNAM.

 

 “Cuentan que cometió dos transgresiones tan terribles que le valieron su expulsión no sólo del Paraíso, sino de la "historia oficial"; vaga desde entonces por las fronteras del exilio, con largos cabellos y alas, algunas veces, con rostro de mujer y cuerpo de serpiente, o quizás, con la mirada lúbrica de los vampiros, otras.


Era el comienzo de los tiempos, los primeros momentos de la Creación. Dios creó a Adán y supo que no era bueno que estuviera solo; con barro creó entonces a la mujer, para que lo acompañara, y le puso por nombre Lilith, "aliento"

“Lilith no obedeció la orden de sumisión que le impusieron; pensaba que era igual a su marido, que tenía los mismos derechos que él, no se sentía inferior, ni débil, ni dependiente” […] “se resistía a reconocer como superior al hombre, aunque él tuviera en el cuerpo la marca de la divinidad, decidió abandonar el Paraíso, antes que someterse y renunciar a sí misma”.



“Pero antes de partir, cometió la segunda transgresión imperdonable: pronunció el nombre inefable de Dios. La Ley establece la prohibición: Yaveh es el Dios que no se menciona. La capacidad de los seres humanos de crear a través del lenguaje los acerca en algo a la divinidad, pero en el rostro impenetrable de Dios, en el silencio de su verdadero nombre está el límite. Lilith osó pensar que tenía derecho a nombrar, derecho al logos”.


Punto de partida imprescindible para llegar a este presente en espiral donde tantas verdades ocultas se aparecen bajo otra luz. Ya en el origen está la semilla, no es novedoso, solo que hay que nombrar siempre.


Aquí algunos textos imperdibles.

"No, no es la solución / tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoi / ni apurar el arsénico de Madame Bovary / ni aguardar en los páramos de Ávila la visita / del ángel como venablo / antes de liarse el manto a la cabeza / y comenzar a actuar. / Ni concluir las leyes geométricas, contando / las vigas de la celda de castigo / como lo hizo Sor Juana. No es la solución / escribir, mientras llegan las visitas, / en la sala de estar de la familia Austen / ni encerrarse en el ático / de alguna residencia de la Nueva Inglaterra / y soñar, con la Biblia de los Dickinson, / debajo de una almohada de soltera. / Debe haber otro modo que no se llame Safo / ni Messalina ni María Egipciaca / ni Magdalena ni Clemencia Isaura. / Otro modo de ser humano y libre. / Otro modo de ser".

Rosario Castellanos, Meditación en el umbral.

 

"...Los privados y particulares estudios, ¿quién los ha prohibido a las mujeres? ¿No tienen alma racional como los hombres? Pues ¿por qué no gozará el privilegio de la ilustración de las letras con ellos? ¿No es capaz de tanta gracia y gloria de Dios como la suya? Pues ¿por qué no será capaz de tantas noticias y ciencias, que es menos? ¿Qué revelación divina, qué determinación de la Iglesia, qué dictamen de la razón hizo para nosotras tan severa ley?".


Sor Juana Inés de la Cruz, Carta escrita al reverendo Padre Maestro Antonio Núñez.

 

"Soy la advenediza/ La que llegó al banquete/ Cuando los invitados comían/ Los postres/ Se preguntaron/ Quién osaba interrumpirlos/ De dónde era/ Cómo me atrevía a emplear su lengua/ Si era hombre o mujer/ Qué atributos poseía/ Se preguntaron/ Por mi estirpe/ 'Vengo de un pasado ignoto -dije-/ de un futuro lejano todavía/ Pero en mis profecías hay verdad/ Elocuencia en mis palabras/ ¿Iba a ser la elocuencia/ atributo de los hombres?/ Hablo la lengua de los conquistadores,/ Es verdad,/ Aunque digo lo opuesto de lo que ellos dicen'./ Soy la advenediza/ La perturbadora/ La desordenadora de los sexos/ La transgresora...".


Cristina Peri Rossi, Condición de mujer.


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