La obra cumbre de un genio
Hoy, 17 de agosto de 2024, cumple 65 años uno de los álbumes más importantes de la música de todos los tiempos: el “Kind Of Blue” de Miles Davis y una formación galáctica sin parangón.
No hace falta escribir nada más para que este trabajo este en los escalones altos del podio de las cosas más bellas que la humanidad ha dado, pero si vamos a ser miembros entusiastas del club de quienes quieren sumarle ladrillos al mito, partamos de una base preciosa y esencial y arranquemos por lo que nombra, que es lo que primero define: en español “Kind Of Blue” quiere decir “una especie de tristeza” o “algún tipo de tristeza”, poniendo en el foco del título dos cosas:
Ese sentimiento, la tristeza, en años en los que se comenzaba a poner en duda la idea de prosperidad del “american way of life” que trajo la década post-segunda-guerra-mundial
La palabra “blue” en un ambiente en el que la creciente industria del disco estaba apostando a pleno a todo lo que fuera blanco (los discos más vendidos de 1959 fueron de Henry Mancini, el Kingston Trio y la banda de sonido de “Gigi” escrita por Alan Lerner, todos bien blanquitos)
La grabación de este disco llega en un momento de empoderamiento de Miles, que venía de editar en 1958 un disco al que le fue muy bien en ventas y que hoy es un clásico: “Porgy & Bess”, la adaptación milesdaviseana de la ópera de uno de los padres blancos del jazz: George Gershwin. Es decir: lo encuentra a punto caramelo, con un buen nivel de inspiración, una banda que era un dream team y un muy buen presupuesto
Así se encerraron solo dos días -el 2 de marzo y el 22 de abril de 1959- en el “30th Street Studio” de la Columbia Records en Nueva York y usando apenas cinco horas cada día grabaron uno de los discos más importantes, bellos y sofisticados de la historia de la música.
En aquel momento, las puertas mismas de nacimiento del hard bop, la banda de Miles se metía con lo modal y no se podía más de lo estratosféricamente genial que era: John Coltrane y Julian "Cannonball" Adderley en los saxofones, el contrabajista Paul Chambers (¡tenía 23 años!), Jimmy Cobb en la batería y ni más ni menos que el maestro Bill Evans al piano (excepto en ”Freddie Freeloader” donde toca Wynton Kelly como pianista invitado).
La grabación de este disco es simplemente genial por todo lo que sucedió y por lo que proyectó, es decir: por lo que resultó y en lo que devino, pero también por como se grabó.
Mirá lo que cuenta Ashley Khan en su libro “Kind Of Blue: The Making Of The Miles Davis Masterpiece” acerca de cómo se grabó este álbum:
“Davis le pidió a sus músicos que casi no ensayaran y ellos llegaron al estudio con una pobre idea de lo que iban a interpretar, según afirmaciones del pianista Bill Evans, Davis sólo les dio bocetos de las líneas de escalas y melodías. Una vez en el estudio Davis les dio breves instrucciones de cada pieza y después se pusieron a grabar. Si bien los resultados son impresionantes, teniendo en cuenta que entraron al estudio con una escasa idea de lo que harían, la creciente leyenda de que este se grabó en una sola toma es falsa, sólo "Flamenco Sketches" se completó en la primera ejecución. Esta primera toma, no la toma final, fue incluida como un bonus track en la reedición del álbum en 1997”.
Lo cierto es que se registraron cinco tomas maestras y algún que otro corte para sacar el grueso de lo que fue el disco.
Sesenta y cinco años después el álbum te espera allí donde estés y está dispuesto a cautivarte como si recién saliera de aquel estudio en el que la magia se plasmó por siempre y para siempre.
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