La balada de Arthur Fleck
Este artículo de Fernando Barraza se publicó originalmente en el portal Va Con Firma
En consonancia con la dinámica de comunicación actual, que mezcla el “hate”, el odiar, con la verborragia más vacía, este año la crítica especializada volverá a elegir una película de entre todas las de la mayor industria del cine y la denostará con placer mucho más que a todas las otras. Y si bien es cierto que ya quedan muy pocos estrenos de peso, el año no terminó aun, pero todo parece estar dicho: el film a maldecir ya ha sido escogido por amplio consenso.
El título al estreno de cine denostadísimo del año le ha tocado por unanimidad a “Joker Folie à deux”, la segunda parte del Guasón.
Cargada de tintas negativas y vilipendiada por miles de youtubers sabelotodo alrededor del planeta, la película empezó a ser defenestrada incluso antes de su estreno, cuando se supo el primer dato rupturista sobre su contenido: que iba a tener condimentos estéticos del siempre polémico género musical. A partir de allí, los comentarios despectivos fueron en crecimiento y en la semana posterior a su estreno llegaron a su punto de mayor jeiteo en redes, por cada decena de miles de críticas destructivas al film, una se posicionaba desde el lado constructivo. Los críticos especializados se rasgaron las vestiduras y los influencers de todo el planeta no dudaron en basurear el film como si la vida les fuera en ello.
Este artículo va a hablar bastante bien de la película, pero -esquivando el fervor fanático de las pocas personas que adoran este film- no va a jugarse la piel por una largometraje industrial, pues ese infantilismo de posicionarse con tanto fervor maniqueo por una película, por un personaje del canon de super héroes norteamericano, o por cada pequeño ingrediente de la cultura de masas, puede que sea uno de los síntomas que nos ha traído hasta aquí, hasta este tiempo de vida un poco pavo y frívolo, haciendo que nos importen más estas cosas que ser conscientes a la hora de elegir si son o no son unos borders rotos y desalmados quienes nos representarán socio políticamente. Las evidencias están allí: en las casas de gobierno de cada vez más países del planeta.
Pero no nos vayamos por las ramas, volvamos al film. Quizás sea conveniente ver de dónde nace tanto pero tanto odio hacia un muy buena película, porque intentando leer lo que genera una producción artística, tanto sea adhesiones masivas como rechazos generalizados, uno puede interpretar los climas de época perfectamente. Bueno, para eso están las obras artísticas ¿o no?
Demos un ejemplo equiparable en suceso: en 1996 (¡ya van a hacer 30 años!) Tim Burton prometió abarrotar los cines del planeta con “¡Marte Ataca!” una adaptación suya de una serie de figuritas sobre invasión alienígena que era reina en los EEUU de los 50's y 60's, aquellos días en los que el discurso bipolar de la guerra fría ameritaba que todos los alienígenas fueran hostiles para que se los pudiera equiparar a los rusos. Bien, el bueno de Tim toma este espíritu infantil y maniqueo que vivía la norteamérica macartista y 30 años después, y en plena campaña para que no regresaran los republicanos, estrena una disparatada pero feroz parodia en la que cuenta un EEUU que recibe a los alienígenas beligerantes pero no sabe ni por donde empezar a ser menos estúpidos, egoístas y sensatos para encarar la resistencia. Desde el presidente de los EEUU, a la cúpula militar, a la clase empresarial y hasta el pueblo de a pie, todos se comportan como uso verdaderos idiotas que abrazan slogans de americanismo explícito, pero no se les cae una sola idea potable para enfrentar la situación. Y todo en tono de comedia grotesca. De más está decir que el público norteamericano odió la película y la crítica la destrozó. Claramente cuatro años más tarde, ese público que no estuvo de acuerdo de la forma en la que Burton se rió de los valores patrioteros e idividualistas que estaban abrazando, se inclinaría por el republicanismo rancio de Bush y lo ungiría presidente, justo a él: que era igual al presidente bruto que encarnaba Jack Nicholson en el film, que estaba muy bien hecho, que pudo disfrutarse en muchas partes del planeta (fuera de USA, claro) y que 30 años después puede ser revisto con el pulgar hacia arriba.
Este ejemplo, que puede sonar lineal, es bastante útil para explicar por qué hay tanto jeiteo contra una película tan bien hecha y narrada como “Joker Folie à deux”.
Podríamos empezar a analizar:
Lo primero que podemos decir es que el “trastorno psicótico compartido” o “folie à deux” (literalmente y en francés «locura de dos») es un síndrome psiquiátrico en el que un síntoma de psicosis (particularmente una creencia paranoica o delirante) es transmitida de un individuo a otro de manera directa. Dependiendo de la cantidad de personas afectadas por este padecimiento, el síndrome puede llamarse “folie à trois”, “folie à quatre”, “folie à famille” o incluso “folie à plusieurs” («locura de muchos»). Anoten este último, porque puede que por aquí pase el nudo de todo el odio.
“Joker Folie à deux” es una película que retoma argumentalmente un tiempo narrativo que transcurre unos meses después de donde quedó la primera: Arthur Fleck, el hombre que mató de un tiro a un conductor de televisión en vivo y luego fue nombrado santo redentor de quienes se sublevaban por derechas en Ciudad Gótica, haciendo mierda todo lo que iban encontrando a su paso, fue encerrado en el manicomio de Arkham y luego trasladado a una prisión de máxima seguridad. El juicio sobre los crímenes que cometió (súmese al presetador de la tele el asesinato previo de tres tipos que lo patotearon en el tren y la matanza a sangre fría de su patrón, que también vimos en la primera) está a punto de comenzar y en la ciudad los medios están cubriendo las instancias a pleno y las manifestaciones adorando su brutalidad y el postmodernismo de su look de payaso asesino se multiplican cada vez más. Fleck aparece en prisión como un personaje quebrado y débil, que se empodera cuando conoce en un taller terapéutico de canto a Harleen Quinzel, una fanática suya que le dice que es su fan, y que ha visto la película que se hiz sobre su caso, un film que el público masivo adora. A partir de allí -y envalentonado por el extraño amor que siente por la muchacha- Fleck deberá decidir si saca o no saca al Joker, su alter ego despiadado, para que lo reemplace a él en el banquillo del acusado durante el juicio. No conviene contra más nada sobre la trama.
La decisión narrativa y estética de Tod Phillips, director y coguionista del film, es contar la historia con la inclusión de algunos números musicales, que bien pueden suceder dentro del imaginario farmacológico de Arthur Fleck, o no; musicales que -en la mejor tradición del género- van haciendo avanzar la trama aportando datos sustantivos sobre lo que los personajes centrales sienten y piensan. Nada fuera del cánon. El tema es que Phillips introduce este resorte narrativo dentro del universo que ya había creado para la primera: una escenografía “scorseseana” de desolación, abandono humano y violencia social de lo más cruda. Sin lugar a dudas un riesgo artístico notable que Philips operó con gran talento y que está muy lejos de ser tomado como “el mayor fracaso del año” o un “como estropear un argumento genial”. Es más: Quentin Tarantino, Steven Spielberg y Francis Ford Coppola hablaron maravillas sobre la película, y son tipos que de estos algo entienden ¿no?
Si “Joker Folie à deux” tiene defectos gruesos no son ni narrativos, ni técnicos, más bien son de falta de sintonía con lo que el mercado del pay per view está exigiendo de todas sus obras: que sean precisas hasta lo descarnadamente explícito, que no tengan pretenciones rupturistas y que no se tomen licencias narrativas que desentonen con lo que “el público espera de una buena película”. Bueno, “Joker Folie à deux” no tiene nada de esto.
¿Solo por esto es digna de que la odien así, de esta manera masiva? Y, no.
Y aquí viene la otra parte. Probablemente a “Joker Folie à deux” se la odie como se la odia porque el espíritu de época está habilitado para que estalles de ira si te cuentan una historia que rompa el canon, una que se niegue a ensalzar la condición sociópata y violenta de una persona y -en su ejemplo de héroe o antihéroe total- la de toda una sociedad, una que no te cuente otra cosa que lo confundido que estamos y lo tan listos y dispuestos a actuar apoyando cada una de las propuestas violentas que nos plantan frente a las narices. No por tener números musicales supuestamente “aburridos” o “largos” se odia a este film: se lo odia porque describe a la perfección el clima global de irritación y reacción brutal en el que estamos viviendo, y eso interpela a cada ser odiante del planeta, le dice en la cara: “¿vos estás seguro que la cosa es así, que hay que estar tan enojado con todo lo que nos pasa que la salida es odiar y destruir al otro vestido como un payaso que asesina y dice 'no lo entenderías'?”. Es claro: “Joker Folie à deux” irrita porque demuestra cuan “folie à plusieurs” («locura de muchos») estamos viviendo los días que corren, en los que nos dejamos contagiar masivamente por la psicopatía de personas rotas que están encaramadas en el poder y no proponen otra cosa que “destruir”, “acabar con”, “terminar con” y todas esas acciones que destruyan lo comunitario en pos de un mundo triunfal de quien pueda ser “más fuerte”. Encima no tiene un solo condimento ideológico de esos que son analizados como "Woke", no hay nada para que la turba se levante en búsqueda de esos detalles. Nada. Tan simple como eso: esta es una película que invita a reflexionar un mundo “folie à plusieurs” .
Un amigo me decía que Phillips debería haber llamado esta película Arthur Fleck y no Joker, porque lo que se cuenta aquí es como Fleck toma una decisión muy fleckeana. Bueno: ¡allí está la genialidad!.
Para finalizar: vean la película cuando salga en streaming o puedan descargarla en buena calidad, porque es un film que con el paso de los años va a empezar a alejarse de este clima de época (¡que esperemos que cambie!) y crecerá como clásico representante del cine de esta década. Es una muy buena película. El resto es puro hate del más bobo.
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