Hugo Asch, un invitado especial de layapaweb
Hugo Asch es un periodista de estos tiempos con mucho tiempo de redacciones en sus espaldas. Anda escribiendo por las redes para meterse en la caja provocadora de la virtualidad. Nosotros queremos compartir sus crónicas e historias.
Un año sin el Negro Tizziani
Hace un año moría uno de los escritores más grandes y menos reconocidos de este país.
Pero a él eso nunca le importó demasiado. Fue lo contrario al escriba fatuo, engolado. Era jodón, seductor, cálido, sabía cantar y bailar, le sobraba talento. Se bebió la vida sin derramar una gota.
"Diga, ¿hace mucho que usté está en el éssito?", me contó alguna vez que le preguntó, absurda y formal, una señora pintada como una puerta, apoyada en la barra de un bolichón donde él cantó tangos, en cierta noche de invierno.
Él sabía, como Kipling, que el éxito y el fracaso eran dos impostores a los que había que mirar con la misma indiferencia.
El Negro se cortaba el pelo en lo de mi tía Tita, así que ella le dijo: "¿No podrás conseguirle algún laburito a mi sobrino, que terminó el secundario y anda dando vueltas sin saber qué cazzo estudiar?"
"Que vaya a la redacción de Siete Días y lo vea a Abel González de mi parte", le contestó.
Fui, listo para hacer café o llevar paquetes a algún lado. Pero Abel, después de una larga charla que incluyó a Zappa y a Emerson Lake and Palmer --para mí era inaudito que un señor pelado los conociera-- me encargó dos notas. Las hice. Tenía 18.
Soy periodista por él.
Y aprendí a escribír leyéndolo. 'Los borrachos en el cementerio' fue el primer shock. Después vino el éxito de 'Noches sin lunas ni soles' con película y todo, dirigida por José Martínez Suárez, el hermano de la Legrand. Vivió un tiempo de bohemia en París con Eva, la madre de sus hijas, hizo varias revistas y otros textos memorables. 'Todo es triste al volver', por ejemplo. O 'Un tiburón de ojos tristes', su última novela editada, en 2001.
Pero sobre todo 'Mar de olvido' (1992), mi debilidad.
Allí escarba en la historia dura de la inmigración de principios del siglo XX. Un relato maravilloso con una escena que, para mí, resume mucho del drama argentino.
Fue (y cito de memoria) cuando la única alfabetizada del conventillo, piensa, luego de escribir mil historias de falsas bonanzas en cada carta que sus paisanos mandaban a Italia: "¿Qué clase de país se podrá construir sobre tanta mentira?".
El Negro era un tipo apasionado, cabrón, divertido, ácido pero tibio como un abrazo fuerte en el momento exacto. Era un talento. Un hermano mayor, como un padre. O un amigo, mejor. Sí, mejor, un amigo.
Cuando murió el periodista y escritor Rubén "Negro" Tizziani, autor de la emblemática Noches sin lunas ni soles, con una celebrada versión cinematográfica dirigida por José Martínez Suárez. También publicó, entre otros títulos y en un registro diferente sobre Alberto Olmedo.
La Yapa
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