Garcia Marquez, mi elegido.
Me gusta mucho leer a Gabriel Garcia Marquez, mucho.
El me hace sentir viajando permanentemente por paisajes fáciles de imaginar a tal punto, que creo conocerlos de toda la vida. Anduve, por las calles de Macondo y por las almacenes de cualquier pueblo de Colombia sin perderme, con la seguridade de haber nacido allí.
Me gusta mucho leer a García Marquez, porque sus personajes forman parte de mi fantasia cuando me pongo a pensar en los escenarios que invento a la hora que cae el sol, al pie del ventanal que da al balcón de mi casa.
Me gusta mucho más, cuando me sorprende con metáforas únicas, con juegos de imágenes que se superponen pero no se tocan como hojas que se desprenden de un árbol desconocido, inventado por él. Siento la temperatura de una siesta caliente en la calle por donde pasa Aureliano Buendia rumbo al dentista Escovar a la hora de “Los funerales de Mamá Grande”.
Me enternece sus gallinazios, su Dámaso, sus curas envueltos en sotanas misteriosas, su humor y sus dramas, su desfachatez y su mística, su inigualable crítica a todo aquello que huele a moral de todos los tiempos. Me gustan sus anticipos sobre el fin de los aconteceres terrenales para volar por los aires de su esplendorosa imaginación en sus “Crónicas de una muerte anunciada”, y la fantástica travesía de aquel náufrago que me llenó de temblores el cuerpo.
Me gusta cada palabra, cada frase, cada momento que dibuja con su pluma magistral y que me lleva a su infancia en Aracataca (Colombia) a ese pueblo pequeño que se hizo grande cuando nació un 7 de marzo del año 1927, sin saber que un premio Nobel lo llevaría a la historia de la humanidad ( 1982) y que lloraríamos su muerte en México un 17 de abril del año 2014.
García Marquez, mi elegido siempre.
Algunas de sus obras: “La hojarasca”, “El amor en tiempos de cólera”, ”Relato de un náufrago”, “ Cien años de soledad”, “Los funerales de mamá grande”, “Al coronel no tiene quien le escriba”, “Noticia de un secuestro”.
Hilda López
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