El viaje
Cuentan que, en la Segunda Guerra Mundial, un aviador Inglés se estrelló cerca de Tombuctú y fue auxiliado por los Dogón, comerciantes de Caravana.
Tras casi un año de camino, en el que se detuvieron en infinidad de poblados, a veces para comerciar, a veces solo para reencontrarse con gentes queridas, la Caravana llevó al inglés hasta El Cairo. Desde allí éste volvió a Inglaterra. Y años después, volvió a Tombuctú, reencontrándose con los beduinos.
– Recuerdo lo que tardamos en llegar a El Cairo. ¿Todavía seguís haciendo la misma ruta?, preguntó.
Cuando le contestaron afirmativamente, prosiguió:
– Pues con los medios de transporte actuales, el camino que hacéis en un año, nosotros lo hacemos en pocos días.
El Jefe Dogón quedó pensativo. Se hizo el silencio. Tras unos minutos, el beduino preguntó al inglés:
– Y, ¿qué hacéis el resto del año?
Este texto es de Kalil Gibran.
Viaje y camino, parece que no hubiese nada mejor, nada que supere estas coordenadas. Lo dice el beduino, nacido para andar tiempo tras tiempo, hecho a la sabiduría de la marcha constante. Estamos aquí para hacer el camino, como dijo Antonio Machado. Como una condición inevitable.
En el moverse está el paisaje de las flores y del fuego, donde viven los héroes y los enterrados, donde crecen tantas otras plantas y ladran tantos otros perros. Donde cruzan otras nubes, tantas, por el cielo, mientras que la luz forma las distintas sombras y donde las heridas nunca son iguales, y vienen precedidas de ruido y estupor. Pero están las escotillas secretas por donde salir, aunque sea para ahogarse por propia voluntad. Y lo más importante es acariciar, pagando cualquier precio, las pieles que se puedan gozar, entregando la propia, o no. Y está bien.
No hay tierra prometida ni Ítacas, no hay lugar donde llegar, pero mientras tanto pasamos por la plaza donde se alzan los condenados o se baja en el tobogán, por la casilla del correo donde nunca llegaron cartas o por donde están las uvas con pellejo listas para desvestir. No encontraremos diamantes que sean eternos ni servirán de espejo para ninguna hermosura.
No hay tierra prometida, y está bien, como dijo el poeta, en cada lugar encuentra el nácar, el ámbar y el coral, estemos listos para la devastación o para recibir el llamado que imaginamos.
Aun desde un umbral, viendo pasar… estamos en viaje.
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