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El uno y el uno mismo. Carlos Carella

Para conocer a Carlos Carella, el inolvidable actor, habla Mauricio Kartum, el histórico y talentoso dramaturgo y director de teatro orgullo argentino.

 
Carlos Carella - Actor argentino
Carlos Carella - Actor

El negro Carella se murió en el ´97. Actor notable. Sagrado. No había estudiado actuación sino declamación. Empezó su carrera como presentador de orquestas típicas y hasta su seudónimo tenía: Carlos Alberto Alauz. Haciendo honor a ese origen de glosista el negro además escribía. Poemas. Están recopilados en un libro delicioso: Poemas míos y de todos.


Hablaba mucho del laburo del actor y yo le he robado imágenes inefables: “Hace más de lo que le pagan”, me dijo un día de un compañero que sobreactuaba. “ Hay autores que escriben a la medida de la boca del actor", y yo entendí más con esa frase que con varios libros. Contaba anécdotas tan luminosas el negro que enseguida se volvían parábola.


Transcribo aquí esta poesía suya. Para cualquiera que mire la actuación desde afuera será pura metáfora. Los que tengan en cambio ardiendo la carne por ese acto de fe entre siniestro y sublime que es ser uno y ser dos a la vez, esos del pánico y los de la pesadilla de quedar sin letra; esos que saben que el suyo es oficio de oficiar y profesión de profesar, esos entenderán.


"Y entonces, en esas tardes húmedas en que se abandona el teatro con la íntima idea de para qué y qué hago, hay que dejar que salgan todos los compañeros, -reunirse todo el tiempo que sea necesario en la penumbra quieta del hall boletería para saber seguro que nadie se ha quedado y que todos se han ido- entonces muy despacio para que nada vuele, entrar de nuevo al teatro sentarse en la platea y quedarse esperando hasta que uno se vea.


Allí entre laterales y patas y las sombras que producen las luces que vienen de lo alto va a aparecerse uno. Vital, hermoso, dulce valiente, enloquecido, lanzado, sin prejuicios. Si se consigue puede en un rapto muy sano meterse en su fantasma. No haga mucho aspaviento. Levántese despacio, camine sin quitarle la vista al escenario y cuando llegue afuera diga bajito: gracias.


Y entonces es posible que al otro día –ensayo- el director le diga con un poco de asombro que ese es el personaje. Y uno se distraiga y nunca más se supo.

Porque en esos rincones donde la luz no entra, si se fija bien verá que su fantasma se está sonriendo apenas, esperando que vuelva una tarde muy tarde, se siente en la platea y mire hasta encontrarlo y colársele adentro.

Se sabe desde siempre que da mucho trabajo y nunca se llega. Pero está el beneficio del nada comparable a sentarse en un teatro en esas tardes húmedas y esperarse uno mismo."


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