El poder del baldío y cinco millones
Pueden ser cinco millones de muchas cosas: de dinero, de casas, de joyas, de palabras, de gente. Entonces, cinco millones de personas es un verdadero ejército que no ceja en su entrega a la causa.
La causa es demás ambiciosa: ser mejores que muchos, que todos los que juegan al futbol pateando en diversos idiomas y colores la pelota que juega en el campo verde de la esperanza.
Hay mucha literatura alrededor de este juego que es un sello imborrable en la cultura argentina, es el juego de los que empiezan reconociendo un terreno cualquiera, como propio, porque está en la esquina del barrio, es el baldío de horas y horas con rodillas rojas de pasión.
Es el sello de los que se sienten dueños de ese pedazo de tierra, son los primeros terratenientes populares, los que ejercerán ese título como un mandato natural de sus pares. Está el pueblo allí, cinco millones representando a tantos millones acompañando la proeza de sostener el título hasta decir basta, si basta es cuando se apagan las luces del estadio mundialista.
Los terratenientes populares, parten con su pedazo de tierra en la punta de los botines hacia todos los rincones del planeta y muestran a sus padres, sus hijos, sus abuelos, su niñez con el orgullo y el asombro de sentirse amados hasta las lágrimas y más.
Nunca mejor nombrados: terratenientes populares, jóvenes y seguidores que abren otra instancia en el devenir político del país, porque sin otra bandera que la celeste y blanca, sin políticos, sin discursos, sin relatos intentan escribir la próxima historia desde el poder de un baldío, de una cancha, de una pelota, de una pasión.
Hilda López
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