El mundo es mundial
El mundo no se desploma como muchos lo han augurado. El mundo se levanta ante la inmensa tarea de patear la pelota en la cancha que toque patear la pelota. Hay que salir a la cancha a ganar, pero a ganar en serio. Hay que salir a la cancha a aplastar cualquier intento de campeón del color que sea: hay que ganar porque la pelota va de una punta a la otra y solo se gana cuando entra al arco y derrota al arquero, mientras detrás, el rugido humano llega hasta el cielo ida y vuelta sin boleto.
El mundo se salva porque hay una pelota que corre por los caminos sinuosos de cada rincón del planeta y se encuentra con la caricia del conquistador, entonces sube al podio y llueven los papelitos de colores que no son otra cosa que pajaritos que se desconoce sus orígenes pero qué importa.
Hay millones de pelotas que llenaron los patios de las infancias, los potreros de los barrios, el desierto, la arena. Hay millones de zapatillas y pies desnudos golpeando el costado de la esfera para ganar un punto en la escala del triunfo.
Si señoras y señores, estamos alertas, despiertos, atentos, expectantes porque en breve estallarán las banderas, los estadios, las casas, las mesas, las calles, las radios, las pantallas, para decirnos que el mundo se salva de la miseria, del hambre, de la tristeza, de las pestes y que todo está en su lugar, allí donde un cacho de esperanza pinta nuestro día del color que tiene la alegría o la lágrima, pero que será un buen día.
Sí señoras y señores, abramos las puertas porque llegan millones de pelotas a acompañarnos en nuestra soledad y valdrá la pena brindar con ellas.
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