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Cuando la historia de un brutal femicidio se hizo canción.

"Un hombre llega a su casa y encuentra a su mujer con otro. El tipo no se inmuta. Le dice al desconocido que se retire, que él no tiene la culpa.

Después le pide a la mujer que le traiga las zapatillas y que le cebe unos mates. Ella aterrorizada le hace caso.

Finalmente, el hombre enciende un cigarrillo, charla con ella como si nada, hasta que finalmente le besa la frente y la asesina de 34 puñaladas".


Podría tratarse del resumen de cualquiera de los brutales femicidios que vienen ocurriendo en la Argentina en los últimos tiempos, pero no. Es la letra de una milonga que se hizo muy popular en los años 60 y que interpretó Edmundo Rivero con ese estilo de macho tanguero que lucía en todos los escenarios en los que se presentaba.


No fue esta la única canción con violencia de género que quedó guardada en los archivos de la música arrabalera, es cierto. Hay varios tangos que reflejan el desprecio y la cultura machista de entonces con diversos matices (algunos más oscuros que otros).

Pero esta en particular es la más cruel, la que hoy nadie se atrevería siquiera a tararear, pero que alguna vez, terminada la interpretación de este supuesto acto sangriento de justicia, el público se levantaba de la butaca para ovacionar al cantante.


Pasen y escuchen; pasen y lean. O pasen y traten de encontrar algunas explicaciones (si las hay) del por qué este fenómeno actual y espantoso echó raíces y creció a través de la cultura e idiosincrasia argentina.

Amablemente

(Letra: Iván Diez. Música: Edmundo Rivero)


La encontró en el bulín y en otros brazos...

Sin embargo, canchero y sin cabrearse,

Le dijo al gavilán: "Puede rajarse;

El hombre no es culpable en estos casos."

Y al encontarse solo con la mina,

Pidió las zapatillas y ya listo,

Le dijo cual si nada hubiera visto:

"Cebame un par de mates, Catalina."

La mina, jaboneada, le hizo caso

Y el varón, saboreándose un buen faso,

La siguió chamuyando de pavadas...

Y luego, besuqueándole la frente,

Con gran tranquilidad, amablemente,

Le fajó treinta y cuatro puñaladas.


M.Cippitelli

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