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Cuando en Neuquén se jugaba al tenis en la Avenida Argentina


Este artículo fue originalmente publicado con la autoría de Mario Cippitelli

en el diario neuquino LMN



Había mucha curiosidad y comentarios de todo tipo en el pueblo desde que comenzó a circular el rumor de que en Neuquén se fundaría un club de tenis, una disciplina deportiva que muy pocos conocían.


En las calles, los bares, las chacras, las oficinas públicas y, especialmente, en los sectores más humildes, el runrún de la inminente práctica de esta actividad había generado un singular interés, aunque la mayoría no estaba convencida de que fuera algo lindo y entretenido.


- ¿Cancha de qué?

- De tenis.

- ¿Y con qué se juega?

- Dicen que con paletas, pelotas y una red en el medio.

- Mire usté..


Avanzaba la década del ‘30 y, en efecto, el tenis recién empezaba a hacerse popular en las grandes ciudades, especialmente en Buenos Aires, aunque en el resto del mundo había comenzado a crecer rápidamente después de terminada la primera guerra mundial.


Jugadores ingleses llegaron a la Argentina para hacer partidos de exhibición y en el país ya contaba con un grupo de entusiastas tenistas que se fueron perfeccionando y hasta llegaron a conformar los primeros equipos para disputar la Copa Davis, un preciado título en los courts de todo el mundo.


Comenzaba a sentirse en todos lados el furor por el tenis. Pero en Neuquén…


- ¿Y cómo se juega?

- Dicen que hay que pegarle a una pelotita para que cruce por arriba de la red. Y el jugador que está enfrente tiene que hacer lo mismo.

- ¿Y qué tiene de gracia?

- Algo tendrá.



En la capital del territorio solo las familias que habían vivido o viajado a Buenos Aires conocían en denominado “deporte blanco” (así llamado por el color que se usaba en la indumentaria). Pero en el pueblo la mayoría de la gente no tenía idea de qué se trataba y si había escuchado la palabra alguna vez la asociaba a la gente adinerada.


Para 1930, ya se habían fundado varios clubes de fútbol locales y ese era el deporte popular. El otro lo consideraban -despectivamente- una actividad de “bacanes”.

Pero pese al desinterés de la mayoría, un grupo de neuquinos decidió avanzar en la creación de un club en el que se pudiera practicar el tenis.

Héctor Della Losa, Julio Chaneton, Raúl Santillán, Gustavo Brizuela, Oscar Caro y Valentín Argés fueron los pioneros que decidieron fundar el “Lawn Tenis Club Neuquén”, así con nombre gringo y todo, como en las grandes ciudades.


- ¿Qué es “Laun”?

- No lo sé. Parece que los gringos ingleses le dicen así, “Laun”.

- ¿Y dónde va a funcionar?

- Algún lugar tendrán. Acá sobra la tierra.


Es cierto que en Neuquén sobraba la tierra, pero lo que predominaban eran las bardas interminables y difíciles de domar. El ejido donde se había levantado la capital y que tenía terrenos emparejados con calles y servicios básicos era realmente muy chico. ¿Cuál sería la ubicación ideal para levantar un club?


En el pueblo crecía la expectativa hasta que se conoció finalmente el lugar donde se abriría el nuevo club. Un terreno ubicado en la intersección de la Avenida Argentina y Rivadavia (años después se construiría allí el Banco Hipotecario, cuyo edificio aún sigue en pie).


Por supuesto que el trabajo de aquellos fundadores fue titánico. Con dinero de sus bolsillos, aportes de algunos comercios, bonos contribución y festivales, comenzaron a limpiar el enorme baldío, a levantar una sede social modesta y a construir una cancha de cemento, puesto que con los vientos que soplaban sin ningún reparo, hacerla de polvo de ladrillo, era impensado.


En 1937 la institución comenzó a tomar forma y a reunir a los primeros socios, que apenas eran un puñado, ya que la mayoría concurría más curiosidad que por entusiasmo. Lo hacían para ver de qué se trataba.


- ¿Y va a tener cancha de bochas?

- Parece que no. Dicen que el club es de puro tenis.

- ¿Y se va poder jugar a la taba?

- Tampoco.

- ¿Y jineteadas?

- Menos.

- Estos bacanes no saben divertirse…


Pero sí, bacanes (y no tanto) se fueron sumando a la movida, alentados por las primeras competencias deportivas que se llevaban a cabo en Neuquén y por la cobertura que comenzaban a darle los medios de comunicación de la época. Y para darle un empujón aún mayor, en 1941 visitaron el pueblo los dos jugadores más importantes que tenía la Argentina: Alejo Russel y Oscar González Bonorino, que dieron una exhibición que dejó con la boca abierta a más de uno.

Los partidos de tenis en plena Avenida Argentina



Durante dos décadas, los neuquinos vieron con asombro como en esa esquina de la Avenida Argentina se hacían grandes torneos los fines de semana, siempre que el clima lo permitiera, hasta que finalmente los pujantes socios fundadores lograron tener un terreno propio para desarrollar la práctica del deporte blanco.


Fue Ángel Cayetano Fava, antiguo poblador, quien les vendió la “Chacra 75”, en la zona del Bajo, sobre la Avenida Olascoaga, camino al río Limay para que se asentara el nuevo club. Allí se logró la forestación del lugar para tener más reparos contra el viento del oeste, se construyeron las primeras canchas de polvo de ladrillo, un salón de usos múltiples que oficiaba de sede y de a poco se fueron incorporando otras actividades sociales que permitieron sumar más socios.


Con los años, el desarrollo del tenis fue lento y sostenido, pero a fines de la década del 70 tuvo un crecimiento explosivo a partir de la aparición de un ídolo que se volvió cada vez más popular por los logros que conseguía año tras año en los certámenes más importantes del mundo: Guillermo Vilas.


Chicos y grandes se sumaron a la práctica, aparecieron profesores para enseñar las técnicas, las casas de deportes empezaron a vender indumentaria y accesorios de todo tipo y un enorme semillero de futuros tenistas comenzó a cultivarse en ese y otros clubes que también se sumaron a la movida.


Hoy la práctica del tenis ya no es discutida ni genera recelos como en los años 30. La institución sigue firme en la calle Olascoaga con una enorme cantidad de socios que se fueron sumando en las últimas décadas.


Eso sí, ahora se llama “Tenis Club Neuquén”. “Lawn”, aquel vocablo gringo que tanta curiosidad despertaba en el pueblito, finalmente desapareció y hoy solo vive en la historia y en los recuerdos de los más viejos.


(Gracias a la colaboración de la profesora Elsa Bezerra)



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