Consideraciones acerca del tiempo
Una canción dice que “no es el tiempo el que pasa sino nosotros”.
Somos los que envejecemos, el tiempo es siempre el mismo. No se le forma ni una arruga, no se lo puede medir con un metro, no tiene densidad, es insensible a los cuatro elementos naturales. Según como ahora se dice, que esto o aquello es una “construcción”, también se puede definir el tiempo con ese término. Algo que la mente construye.
Pareciera que nosotros, humanos, vamos siempre hacia adelante en una línea recta, con herramientas para mantener la ilusión de ir hacia alguna parte. Cada cual encontrará su sentido, o no.
Me gusta esta frase de Jean-Paul Sartre “A las tres siempre es demasiado tarde o demasiado pronto para cualquier cosa que desees hacer”. O sea que el tiempo es relativo. Lo que importa es que tengamos algo adentro nuestro que nos mueva, nos estimule, nos referencie. A veces actuamos, a veces dejamos pasar.
Pasamos junto con las cosas que nos pasan, Nos queda recordarlas y de repente exclamar ¡cuánto tiempo que pasó!
El cálculo del tiempo es otra construcción.
Un buen día encuentro la foto de mi comunión. Ahí estoy, aferrada a un pequeño misal, como una novia diminuta. Como un fogonazo recuerdo que cuando fuimos a la casa del fotógrafo, me dolía terriblemente una muela. Nadie pudo hacerme sonreir. Es ese espacio que yo crucé, fugaz, solamente está en la foto. Hubo una película: “Adorado John”, año 1964. No pude ir a verla, era demasiado escandalosa y yo demasiado niña. ¿Y si la viera ahora? Bueno podría darme ese gusto tal vez pero no sería lo mismo, serían dos instantes diferentes. Y dos personas diferentes. Los momentos no se repiten.
Probablemente lo que nos queda con eso que llamamos tiempo es solamente, aprovecharlo.
Lo que no hizo Battistini.
No se permite el señor Battistini dejar los elementos de trabajo desacomodados sobre el escritorio. Son más de las seis de la tarde y la oficina ha quedado desierta, ni siquiera el jefe se quedó fuera de horario. El viernes desaparecen todos temprano, urgidos por empezar a gozar del fin de semana.
Ya en la vereda, los olores de la tarde barren con los de la oficina que tiene adheridos a la ropa como amigos entrañables.
Antes de irse para su casa debe comprar la leche y algo de pan. Pasa por la despensa. Mientras espera que lo atiendan le llega el aroma especial de la canela que dulcemente lo amodorra. imagina un té riquísimo con un excelente trozo de pastel de manzana, que se permitirá tal vez algunos de los domingos por venir.
No irá a ninguna parte el fin de semana, como todos. El tiene su departamento en una buena zona de la ciudad, herencia del padre. Tiene eso y la ventana de la sala para mirar el parque y entregarse a sus pensamientos.
En el puesto de flores está Elena, que acomoda las flores y arma los paquetes con celofán y ata esos moños primorosos, de colores tenues. La primera vez que la vio, un cambio de frecuencia interna modificó su ánimo. La conoce porque él renueva las alegrías de sus macetas cada temporada y alguna que otra vez, compra ramos pequeños para el centro de la mesa. Es una excusa. Muchas veces han hablado y ella dice que le encantan las caminatas por el parque. El Sr. Battistini, en el rincón secreto de sus intenciones, tiene planeado invitarla.
Ya dentro de su casa, lo primero es acariciar a su gato que sale a recibirlo y que se frota mimoso contra las botamangas del pantalón. Inmediatamente le sirve la leche en el plato, que es rigurosamente descremada. Después, quitándose la ropa y poniéndose su bata y sus pantuflas, se acomoda. El sol ya terminó de esconderse en el confín de la ciudad. Cuando se sienta en el sofá entregado a sus pensamientos, Tintín se le acomoda en la falda, saciado con la leche, y él le acaricia el pelo tibio y el gato maúlla despacio.
Mientras piensa en la remesa para despachar el lunes, se acuerda de Ramírez que ha tomado vacaciones para ir a Brasil por quince días. Él también irá a Brasil alguna vez, seguramente, lo piensa cada fin de año pero siempre se presenta algún problema. Irá con Elena, pero no antes de declararse. Ya lo tiene resuelto.
Se lo dirá al día siguiente: ─ Elena, la adoro, la idolatro y quisiera casarme con usted.
Sí, lo hará sin duda, es una decisión tomada y se arrellana somnoliento sobre el sofá.
El texto incorporado petenece al relato: DECISIONES, del libro LA ORQUESTA SE MOVÍA, editado en el año 2013 - Autor: Mariela Martínez
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