21 de Julio: Día Mundial del Perro
Buddy, el primer perro guía de ciegos reconocido legalmente junto a su amigo no vidente Frank Morris
Por JORGE GOROSTIZA
La historia de la humanidad es, en buena medida, también la historia del canis lupus familiaris, es decir, del perro, no solamente porque demasiados de nuestros congéneres han llevado y llevan una vida de ídem, sino porque, en los cinco continentes, las mitologías reflejan la fortísima relación que, desde tiempos remotos, une a humanos y ropes.
Desde criaturas fantásticas a guardianes del inframundo, pasando por aliados en la batalla y reguladores solares, las representaciones caninas en la mitología ofrecen una perspectiva histórica de sólida conexión entre humanos y perros. Conexión que, oh sorpresa, demasiadas veces tiene que ver con la muerte.
En la mitología egipcia, por ejemplo, Anubis, siempre representado con cabeza de perro, guiaba a las almas en el más allá, facilitando su tránsito al inframundo gracias a su capacidad protectora y un muy completo servicio de ayuda espiritual. Sin ir más lejos, como guardián de tumbas, era Anubis paradigma de lealtad y protección, y, como responsable de los rituales de embalsamamiento, garantía de seguridad, incluso en el más allá. (Guau). Digámoslo sin más vueltas, Anubis, el dios perro, era también señor de la muerte.
Ya en Europa, entre los celtas, el perro también era tenido por guía espiritual y protector. Cú Chulainn, el mítico héroe irlandés, hijo del rey Sol, además de una lanza fabulosa que podía infligir hasta 30 heridas de un saque, contaba con un perro de guerra, llamado Laeg, aliado inseparable en la batalla, es decir, a la hora de enfrentar la muerte. Tal vez por eso, en la mitología celta, los perros hacían horas extras como psicopompos, es decir, como guías de las almas hacia el más allá. De más está decir que, pa’ quienes gustan de estos bichos, esto es la prueba evidente de su lealtad y fidelidad.
En la mitología nórdica, Garmr, prototipo del perro aterrador, era nada más y nada menos que portero del infierno, o lo que es lo mismo, guardián de Hel, el reino de los muertos. Una vez más, tenemos al perro simbolizando la conexión entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Tanto es así que, cual trompeta apocalíptica, el aullido de Garnr anunciaría el Ragnarök, el fin del mundo, de la mitología nórdica.
"Las representaciones caninas en la mitología ofrecen una perspectiva histórica de sólida conexión entre humanos y perros"
Vayamos al Mediterráneo. Entre los griegos, Cerbero, el rope de tres cabezas, era guardián del reino de Hades, es decir, del inframundo y, por el mismo precio, era también Cerbero mensajero entre los dioses y los seres humanos. De este perro o can llamado Cerbero, surge la expresión cancerbero aplicable a los back centrales del estilo pasa el hombre o la pelota, pero nunca ambos.
Veamos ahora qué pasaba en Oceanía. En las culturas aborígenes australianas, los dingos, es decir, sus perros salvajes, eran tenidos por seres sagrados con sus propios mitos y representaciones. Los dingos se vinculaban no sólo al fin de los tiempos, sino también al principio de todo, a la creación del mundo. Es decir, entre los australianos originarios, la historia del hombre y la de los perros eran un mismo asunto.
En Oriente, los mitos chinos más antiguos nos traen noticias del Perro de Fusang que acompañaba a la diosa solar Xihe y a sus diez hijos, todos soles. Madre y prole, acostumbrados a viajar juntos, causaban terribles sequías, hasta que fueron dispersados… ¿Por Patricia Bullrrich? Nop, por el arquero Houyi, restaurador del equilibrio en la Tierra. El Perro de Fusang, por tanto, era símbolo de lealtad y protección en la mitología china, supervisor del ciclo solar y, ya que estamos, guardián del orden natural en el universo.
Vayamos a otro continente, para la mitología Khoikhoi (en las actuales Namibia y Sudáfrica), el perro Gaunab podía hablar y, no sólo eso, era políglota, ya que tenía el poder de comunicarse, tanto con los humanos, como con los dioses. Perro práctico como pocos, el Gaunab, lo mismo le chumbaba a los chorros como resolvía problemas ya sea entre las deidades o entre los humanos. Figúrese: “Vecina, ¿Me presta el perro que mi nene tiene prueba de matemáticas?”.
Crucemos ahora el océano: para las tradiciones de los inuit, de América del Norte, el Qiqirn era un espíritu canino gigante destinado a causar miedo y confusión entre los humanos. Grande, peludo y de aspecto aterrador, Qiqirn era un perro intermitente, con capacidad para aparecer y desaparecer al instante, causando flor de julepe entre los cazadores. Se dice, sin embargo, que el Qiqirn temía a los humanos tanto como ellos a él, y la mejor manera de ahuyentarlo era gritar con todas las fuerzas su nombre. Tomen nota los psicólogos, algunos temores se disipan al nombrarlos.
Sigamos, bastante más al Sur, entre los navajos, para mantener el equilibrio entre el mundo espiritual y terrenal, los perros venían ya de fábrica con poderes mágicos ante criaturas malignas (espíritus, aparecidos, demonios, predicadores evangélicos y calamidades por el estilo). Los pichichos de los navajos, además de funcionar como guías espirituales tenían también la capacidad de transformarse en otra cosa. Es decir, de a ratos perro, pero enseguida, heladera o patineta o fernet con cola, sumamente práctico. (No como los perros de ahora que son siempre una sola cosa con patas).
Aún más al Sur, en la mitología maya, los perros integraban la corte del dios Xolotl, hermano gemelo de Quetzalcóatl, deidad de la muerte y el ocaso. Al igual que en tantas otras culturas, los mayas también creían que los perros guiaban las almas a través del inframundo, actuando como compañeros en el último viaje después de la vida. Nota al pie: de un siglo a esta parte el bastón blanco ha reemplazado a los perros como guías en un reino de sombras: la ceguera.
En fin, es posible que luego de esta sucinta recorrida entre canes mitológicos se sienta usted tentado a ver a su perro con otros ojos, por no decir con desprecio. Y no es para menos. Su perro no habla, ni tiene tres cabezas, no conduce almas, ni reorienta el paso del Sol… Perro pa’ perro, no más, y punto.
Volviendo al asunto de la muerte y los canes, teniendo en cuenta que, en promedio, ellos viven mucho menos que los humanos, es más probable que usted deba acompañar a su perro más allá de la muerte y no al revés. De ser así, puede custodiar su tumba, como en los mitos egipcios, o intentar hablar con él y de paso con los dioses, como en las mitologías sudafricanas. En cualquier caso, por favor, no es aconsejable clonarlo. Si no sabe por qué, quizás deba leer un poco más los diarios.
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